jueves, 18 de noviembre de 2010

Influencia del neoplasticismo

La influencia posterior de Mondrian, será enorme, quizá mayor que la de ningún otro artista del siglo XX. Los principios de la nueva pintura neoplasticista y la conciencia utópica que conllevaba eran también aplicables a la arquitectura y el diseño. 
Se produce entonces también una colaboración entre pintores y arquitectos en “interiores abstractos”: en realidad, los pintores se limitan a dar color a las zonas indicadas por los arquitectos. 
Pero en todo caso los “interiores abstractos” son el primer peldaño hacia la confluencia de las artes que se dará en el seno de la Bauhaus. Arquitectura y diseño crean composiciones coloristas basadas en planos rectos, ángulos rectos (como juegos geométricos de interpretación tridimensional del neoplasticismo, pero siempre subordinadas a las exigencias técnicas, estructurales y formales de la arquitectura). 
“El lugar de la pintura”, como decía Van der Leek, será la implantación de planos cromáticos como parte orgánica de la nueva arquitectura. 
El dinamismo geométrico de las líneas y los planos de las pinturas de Mondrian alejado de cualquier intención de simetría, encuentra su correlato en la descomposición elementarista de los polémicos proyectos de Rietveld y van Eesteren, así como en la vibración plástica del café-cabaret Aubette de van Doesburg. 
Posteriormente la influencia del movimiento neoplástico se hizo sentir en la Bauhaus, con la cual había una fuerte corriente de intercambios. De hecho, la etapa berlinesa de Mies van der Rohe, antes de su exilio en Estados Unidos, está fuertemente signada por la experiencia neoplástica. 
El neoplasticismo al eliminar la ornamentación, la modulación de acusadas superficies puras, la búsqueda de un color vivo y la absoluta abstracción de cualquier figurativismo, señaló una etapa decisiva en la historia del gusto moderno. Y Mies van der Rohe fue fruto de la interrelación De Stijl-Bauhaus. 
La culminación de la manera neoplástica de Mies van der Rohe la constituye sin lugar a dudas el magnífico Pabellón Alemán de la Exposición de Barcelona, en el cual el elementarismo centrífugo y a la vez sereno de los planos fugando hacia el espacio y desdibujando las nociones de espacio interior y exterior alcanzan un grado de síntesis no superado.

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